"La autocompasión es el comienzo de toda sanación emocional y espiritual, y la compasión por los demás es la medicina que nuestro mundo necesita para avanzar hacia la armonía y la paz." – Tara Brach
La autocompasión ha venido a mi vida profesional y personal de una forma sorprendentemente reveladora. Descubrí en mi trabajo como psicóloga que sin autocompasión se hace mas improbable alcanzar procesos de cambio conscientes, reales y sostenibles. Las personas atraviesan emociones intensas, incertidumbres y momentos de gran vulnerabilidad. En esos espacios, la presencia compasiva puede transformar y humanizar profundamente las experiencias, incluso cuando las palabras no alcanzan.
La psicología con evidencia científica ha demostrado que el modo en que pensamos y nos hablamos internamente tiene un impacto directo en cómo nos sentimos y actuamos. Nuestro lenguaje interno –esas interpretaciones constantes sobre lo que nos pasa– puede impulsarnos hacia el bienestar o atraparnos en la autocrítica y la exigencia.
Durante mucho tiempo, se pensó que la autocrítica era necesaria para motivarnos a mejorar. Sin embargo, la investigación muestra que la autocompasión también nos motiva al cambio, pero desde un lugar de seguridad emocional y realismo. Nos libera de la ansiedad y la vergüenza, nos ayuda a conectar con nuestras necesidades y nos impulsa hacia conductas de cuidado y crecimiento con la misma fuerza, pero sin la dureza que nos quiebra.
Las personas sienten alivio y claridad.
Disminuye la tensión corporal y la dureza de la autocrítica.
Aparece una relación más amable y realista con las emociones.
Se abre la posibilidad de aceptar lo que no podemos cambiar y transformar lo que sí está a nuestro alcance.
Cuando suavizamos nuestro diálogo interno, el cuerpo se relaja, la mente se despeja y encontramos un mayor sentido de conexión y calma.
Desde muy pequeños aprendemos a competir, a buscar la perfección y a evitar emociones como la tristeza, el enojo o la ansiedad. Así, construimos un "Yo" rígido, una historia sobre quiénes somos que sentimos estable y permanente.
Pero la realidad es que somos seres en constante cambio y crecimiento. Como cantaba Mercedes Sosa: "Cambia, todo cambia..."
Aceptar esta verdad nos libera. La autocompasión nos ofrece una manera de sostenernos en medio de la tormenta emocional, de darnos un "impermeable" y un "paragüas" mientras atravesamos los momentos difíciles, en lugar de exigirnos ser perfectos.
Bondad vs. Juicio – Tratarse con amabilidad en lugar de criticarse con dureza.
Humanidad compartida vs. Aislamiento – Reconocer que el sufrimiento es parte de la experiencia humana, y que no estamos solos.
Atención Plena vs. Sobreidentificación – Observar nuestras emociones sin quedar atrapados en ellas.
Estos tres aspectos nos ayudan a cultivar una relación más sana con nosotros mismos y a abrirnos a una vida más plena, incluso en medio de las dificultades.
La autocompasión no es complacencia ni resignación: es estar presentes para nosotros mismos cuando más lo necesitamos. Es ofrecernos compañía y cuidado en medio de los desafíos, escucharnos con amabilidad y encontrar la fuerza para seguir adelante, paso a paso, hacia una vida más auténtica y en paz.
Bondad vs. Juicio
Tratarse con amabilidad en lugar de criticarse con dureza.
Reconocer que el sufrimiento es parte de la experiencia humana, y que no estamos solos.
Observar nuestras emociones sin quedar atrapados en ellas.